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¿Qué conecta el centro de detención “Alligator Alcatraz” en Florida, las cárceles de Bukele en El Salvador, la guerra de Rusia contra Ucrania, el genocidio en Gaza y los disturbios en Torre Pacheco (Murcia)? A mi juicio, todos estos eventos están entrelazados por el resurgimiento del nacionalismo extremo, alimentado por el discurso del odio y la exclusión. En distintos países, demagogos —y en ocasiones sociópatas— han convencido a sectores de la población de que su nación, identidad o cultura está amenazada por “el otro”: el migrante, el diferente, el pobre o el que profesa otra religión.

El nacionalismo se enciende con eventos desencadenantes, amplificados por líderes irresponsables. En Gaza, el brutal ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre de 2023 desató una respuesta igualmente salvaje: en lugar de perseguir a los responsables, se castiga colectivamente a la población palestina, incluyendo mujeres y niños, con consecuencias devastadoras. Este ciclo de violencia ilustra cómo el nacionalismo extremo puede justificar atrocidades bajo el pretexto de la seguridad.

En Estados Unidos, el centro de detención conocido como “Alligator Alcatraz” —descrito por congresistas demócratas como un “campo de concentración”— encarna el odio institucionalizado contra los migrantes. Personas retenidas en condiciones inhumanas, rodeadas de peligros, enfrentan un sistema diseñado para deshumanizar. ¿Quién es el “Eichmann” que ideó este cruel mecanismo desde una lúgubre oficina en Florida? ¿Hay venezolanos, entre otros, soportando lo indecible en esas instalaciones?

En El Salvador, el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) de Nayib Bukele refleja una dinámica similar. Venezolanos, expulsados de su país por la crisis generada por Maduro, y enfrentados al rechazo de figuras como Trump, que demonizan a los migrantes, terminan en cárceles como esta, donde Bukele, aplaudido por algunos, actúa como carcelero continental a cambio de poder y recursos.

En España, los disturbios en Torre Pacheco (Murcia) evidencian cómo el partido Vox instrumentaliza delitos aislados para avivar la xenofobia. Tras un crimen cometido por tres personas, se incitó a “cacerías” contra migrantes, con Vox a la cabeza prometiendo la expulsión de millones. Este guión fascista, que ha dejado heridos y daños materiales, es una vergüenza para una nación que debería ser ejemplo de convivencia.

A nivel global, la invasión de Rusia a Ucrania subvierte el orden internacional, justificando la agresión con pretensiones territoriales. Esta acción abre la puerta a maniobras expansionistas, como las amenazas de China contra Taiwán o las declaraciones de Trump sobre Groenlandia, Panamá o Canadá. En cada caso, el nacionalismo extremo legitima la idea de un “espacio vital” a costa de otros pueblos.

El racismo, la xenofobia y el nacionalismo no son fenómenos aislados, sino manifestaciones de un mismo problema: la construcción de un “nosotros” contra un “ellos”. Desde Gaza hasta Torre Pacheco, pasando por las cárceles de Bukele y los centros de detención en Florida, estos eventos nos desafían a rechazar el odio y a construir sociedades basadas en la justicia y la humanidad. Solo así cerraremos la caja de Pandora que el nacionalismo ha abierto.

Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica

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