La caída del Imperio Romano de Occidente es uno de los eventos históricos más reveladores e importantes de Europa, ocurrió en el 476 después de Cristo y condujo a un periodo de dispersión política y económica denominado feudalismo. Es sorprendente que un aparato militar tan extraordinario como el romano pudiera ser dominado por las llamadas “invasiones bárbaras”, conjunto de pueblos que penetraron las fronteras del imperio y terminaron por fragmentarlo, ya que estos no contaban con la organización militar, política o institucional que pudiera sustituir la construida por los romanos en casi mil años de historia. El último emperador romano, Rómulo Augústulo, fue depuesto por Odoacro, un líder bárbaro.
Las razones de la caída del imperio romano han sido estudiadas ampliamente y la explicación más aceptada es la desafección ciudadana. Antes de la llegada de los “bárbaros”, los ciudadanos romanos estaban padeciendo altísimos impuestos, una corrupción endémica de sus funcionarios públicos, la desinversión pública en infraestructura básica como la vialidad y las “termas” (los baños públicos, que eran fundamentales para la salubridad), el abandono total de la meritocracia (el ascenso social dependía más del amiguismo que del talento) y el empobrecimiento general por la quiebra del comercio y la industria.
Tantas calamidades públicas, derivadas principalmente por un gobierno imperial inepto y ensimismado, con emperadores que solo podían pensar en sus intereses y placeres personales, con una guardia pretoriana (la cúpula militar) dedicada al reparto del tesoro público antes que de las fronteras, hicieron que creciera el malestar entre los ciudadanos romanos. De hecho, cuando los “bárbaros” llegaron a las puertas del imperio no fueron tratados como enemigos, al contrario, fueron recibidos como libertadores.
De la caída del imperio romano se pueden extraer conclusiones y enseñanzas fundamentales, la primera, la derrota militar comienza con la deriva moral de su liderazgo, si los generales engordan y los soldados adelgazan, se quiebra la lealtad. Y la segunda, más importante aún, unos ciudadanos hartos de gobernantes corruptos e incompetentes, son capaces de elevar al sitial de libertador a cualquier “bárbaro” por más “insolente extranjero” que sea. La caída del imperio romano no comenzó con los “bárbaros” en la frontera, inició con el desinterés de las autoridades romanas por el sentir de sus ciudadanos y sus penurias.
Julio Castellanos / @rockypolitica / jcclozada@gmail.com


