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LA MISTERIOSA LOCURA DE DIÓGENES

Arnaldo Rojas

Hay episodios en la historia de nuestro país cubiertos por la espesa penumbra de la duda. Uno de ellos se desencadenó un 17 de agosto de 1945, hace 80 años, Aquel día, cuentan las crónicas de la época, 1.279 automóviles bajaron al aeropuerto de Maiquetía   cargados de simpatizantes junto con los más respetables dirigentes políticos, para recibir y expresar su apoyo a Diogenes Escalante, candidato presidencial, cuyo triunfo estaba asegurado pero que, bajo extrañas circunstancias, dejó de ser un héroe  para convertirse en una sombra que pasó al olvido.

Venezuela, recién salida de la tenebrosa dictadura de Juan Vicente Gomez, buscaba un rumbo democratico que intentaba adelantar el presidente Medina Angarita, quien representaba una corriente renovadora que consideraba que Escalante podría modernizar el país y romper con las cargas del pasado. Era un candidato de consenso, ya que contaba con el respaldo del principal partido de oposición, Acción Democrática, y del gobernante Partido Democratico Venezolano (PDV).

Escalante, aunque provenía de las filas del gomecismo tenía un perfil progresista (al igual que Medina) tal vez forjado tras sus largos años como funcionario diplomático de la dictadura en Europa y Estados Unidos. Uno de sus planteamientos por lo que su candidatura despertaba tantas simpatías, era que todos los cargos públicos de carácter representativo, incluyendo la Presidencia de la República, debían ser elegidos a través del voto directo y secreto (para entonces el primer mandatario era elegido por el Congreso). Pero su propuesta más importante se refería a la materia petrolera. Escalante se percató de que el país no se estaba beneficiando de los ingresos del petróleo. Su gran proyecto era nacionalizar la industria petrolera e invertir sus recursos en la modernización de Venezuela. Eliminar el sistema de concesiones que permitía el saqueo de nuestra principal riqueza. Este plan fue sorpresivo y encendió las alarmas de las compañías  explotadoras extranjeras.

Tras su apoteósica llegada al país, proveniente de Washington,   Escalante se encontraba por tercera vez a un paso de la Presidencia de Venezuela. En 1931 confiaba que, tras la renuncia del presidente Juan Bautista Perez, el dictador Gomez tomaría en cuenta su hoja de servicios como diplomático (Liverpool, Amsterdam, París, Hamburgo, Londres y Washington) para ofrecerle la Primera Magistratura pero, al final, El Benemérito prefirió reservarse el honor para sí mismo. La segunda oportunidad se presentó en 1940, cuando su compañero de estudios de la infancia y natural del mismo pueblo, Queniquea (estado Táchira), el entonces presidente Eleazar Lopez Contreras, propuso su nombre como sucesor. Pero los generales andinos que representaban el legado gomecista, evitaron que un civil, aunque fuera tachirense, ocupara la silla de Miraflores. 

Dicen que a la tercera va la vencida, así que Escalante se preparaba para cumplir, al fin, su cita con la historia. Se alojó en la suite presidencial del hotel Avila en Caracas, donde despachaba como el futuro presidente, atendiendo la numerosa concurrencia de dirigentes y fuerzas vivas entusiasmados con el ansiado cambio de rumbo político para Venezuela. Un mes después de su llegada (septiembre de 1945), repentinamente le sobrevino una extraña enfermedad. Presentó inesperados trastornos mentales. Ante el desconcierto general, fue evaluado por una junta médica, la cual concluyó que había perdido la razón y no podía de ninguna manera convertirse en el nuevo presidente. La noticia causó conmoción en el gobierno y en todo el país.

Un avión especialmente enviado llevó al descartado candidato a Estados Unidos para brindarle mejor atención médica. Y aunque se impuso la versión oficial, realmente no hubo un diagnóstico claro. Quedaron abiertas muchas interrogantes: ¿Le inocularon una sustancia tóxica para eliminarlo, como sospecharon sus familiares?. ¿Se volvió incómodo  para ciertos sectores con sus propuestas de renovación nacional y recuperación del petróleo para los venezolanos? ¿Será casualidad que un mes después (octubre 1945) ocurrió un golpe de estado contra el Presidente Medina Angarita, muy conveniente para los grupos conservadores nacionales e internacionales? Son algunos misterios echados al vuelo con aquella locura repentina.


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