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El presidente Donald Trump ha recurrido a amenazas, demandas y presiones gubernamentales para transformar el panorama mediático estadounidense, dando rienda suelta a sus antiguas quejas contra una industria que lo ha ridiculizado, criticado y menospreciado durante años.

Ha obtenido acuerdos multimillonarios, ha obligado a empresas a litigar costosamente y ha impulsado cambios en la programación que consideraba objetables.

Ahora Trump intensifica su campaña de censura y represalias, impulsado por los exitosos esfuerzos para expulsar del aire al presentador del programa nocturno de ABC, Jimmy Kimmel, por su comentario sobre el asesinato del activista conservador Charlie Kirk.

En declaraciones a periodistas a bordo del Air Force One a su regreso de Gran Bretaña el jueves, Trump afirmó que los reguladores federales deberían considerar revocar las licencias de transmisión de las cadenas que «solo me dan mala publicidad».

«Lo único que hacen es atacar a Trump», declaró. «¡Tienen licencia! No se les permite hacer eso. Son un brazo del Partido Demócrata».

Brendan Carr, el director de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) designado por Trump, emitió una advertencia similar el día anterior al criticar las declaraciones de Kimmel sobre la ideología política del presunto asesino.
«Podemos hacerlo por las buenas o por las malas», dijo Carr. «Estas empresas pueden encontrar maneras de cambiar su conducta, de tomar medidas, francamente, contra Kimmel, o la FCC tendrá trabajo adicional por delante».

ABC suspendió a Kimmel horas después.

Fue el tipo de respuesta de fuerza bruta que Trump y sus seguidores han empleado habitualmente desde que el presidente republicano regresó a la Casa Blanca con la promesa de tomar represalias contra críticos y oponentes políticos. El alcance de Trump se ha extendido profundamente en el sector privado, utilizando el aparato del gobierno federal para presionar a las empresas a realizar cambios que puedan transformar el diálogo público.

Fuente: AP

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