El 1º de mayo se conmemora el Día Internacional del Trabajador en conmemoración de la violenta represión sufrida por los obreros de la fábrica McCormick en Chicago durante varios días de abril y mayo de 1886. Estos trabajadores estaban en huelga exigiendo una jornada laboral de 8 horas, en un contexto donde las jornadas podían extenderse hasta 18 horas. La protesta fue reprimida a balazos por la policía aquel 1º de mayo, causando numerosas muertes y heridos. Así fue que se logró la jornada laboral de 8 horas diarias. No fue un regalo del empresariado ni fue producto de la generosidad de los gobernantes, fue una conquista de los obreros y asalariados.
Hoy en día, los trabajadores venezolanos, bien aquellos que se encuentran en el sector público o en el privado, o bien aquellos que se encuentran en la economía informal, se encuentran padeciendo ingresos insuficientes e indignantes, se les restringe la posibilidad de organizar sindicatos, se les niega la contratación colectiva, sufren el maltrato y la explotación laboral, incluso, pese a que conmemoramos el primero de mayo por esa razón, muchos trabajadores y obreros son obligados a trabajar muchas más horas que las previstas en la ley del trabajo. El salario lleva 3 años congelado y quién reclama es reprimido como a los obreros de McCormick.
Es claro que, más allá de los discursos y las apariencias, las instituciones del Estado responden a los intereses del empresariado (nacional y transnacional) y, con esa realidad, se construye una sociedad extremadamente desigual. Los ricos se hace cada vez más ricos, tienen más tiempo para jugar al pádel, pueden disfrutar, al extremo, de una vida de placeres y lujos y, además, mostrarla con descaro en redes sociales para que todos los obreros que sobreviven entre salarios miserables y bonos infames, podamos ver su gozo en medio de nuestro llanto.
Los trabajadores, obreros y asalariados, todos, comparten las mismas cadenas: la pobreza, la precariedad, el hambre y la vida sin perspectivas. Su sudor y cansancio no es suficiente para asegurar la educación de los hijos, ni la buena salud de su familia, de hecho, lo común, es que si la mala suerte llega en forma de enfermedad, los trabajadores venezolanos tengan que depender de la caridad de los amigos, de hacer una rifa o cualquier otra maroma para afrontar tales situaciones. Así llegamos al 1 de mayo del 2025.
¿Qué ocurrirá? Es fácil predecirlo. El presidente obrero dirá un lindo discurso, otros lo aplaudirán, será en cadena nacional, se recordará a Chávez, se criticará al imperio, se recordará que gozamos de una democracia participativa y protagónica y, claro, cómo no, se nos repetirá machaconamente que nunca antes en la historia de Venezuela los trabajadores gozan, tal como imaginó Bolívar, de la suprema felicidad social. #GraciasPresidenteObrero
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica