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(Por José Gabriel Velásquez Colina).-«En la búsqueda de la vida, creé la muerte». Esta es la premisa con la que Mary Shelly sorprendió al mundo en el año 1818 con la publicación de su novela «Frankenstein», la historia de un científico que crea vida al resucitar a un cadáver y las consecuencias que esto conlleva. El legado de la obra ha tenido un impacto gigantesco en la cultura popular, manteniendo su mística y genialidad intacta tras más de dos siglos… Lo que nos trae a este momento.

Muchas han sido las adaptaciones del icónico monstruo al formato audiovisual, pero cuando se anunció que el libro de Mary Shelly sería abordado por el oscarizado Guillermo Del Toro, una gran expectativa se levantó en torno al proyecto ante la posibilidad de estar ante una de las simbiosis más singulares en la historia reciente del séptimo arte, y vaya que así fue, porque una obra de tragedia horrorosa no podría encontrar una pareja más perfecta que alguien con un don para romantizar el terror como lo es el autor de The Shape of Water.

Con Frankenstein (2025) Del Toro, una vez más, hace gala de un gran talento para hacer una historia de horror repleta a rebosar de amor, como solo lo puede hacer alguien que atesora su arte. Protagonizada por Oscar Isaac, Jacob Elordi, Mia Goth y Christoph Waltz; Frankenstein se suma a la ilustre lista de películas que nos ha dejado este 2025, gracias a un elenco fantástico, una escenografía precisa, una fotografía exquisita, y sobre todo, un guion precioso; todo dirigido por el buen Guillermo.

Jacob Elordi y Oscar Isaac se roban el show como la dupla de «monstruo-creador» más reconocida de la cultura pop y literaria; en una gran historia que demuestra el peso de la responsabilidad de un plasmador con su obra.

Frankenstein, de Guillermo del Toro, cuenta la trama del Dr. Víctor Frankenstein (Oscar Isaac), quien en su obsesión por conquistar la muerte crea a una criatura (Jacob Elordi) construida a partir de diferentes cadáveres; el macabro milagro tendrá consecuencias horripilantes para los protagonistas, sin esperanza para un escenario que no sea una tragedia con un pequeño atisbo de luz.

La película toma los elementos conocidos de la obra de Mary Shelly y los adapta con la visión cinéfila que caracteriza a Del Toro. El monstruo que nace inocente atormentado por la fría indiferencia del mundo, la soledad, y la falta propósito, consciente de que su sufrimiento es producto de los caprichos de un hombre inteligente, pero perturbado, en su afán de concebir la vida no pudo ver que esta para ser considerada como tal, requiere más que solo respirar y caminar.

Guillermo Del Toro presenta un guion peculiar y genial, caracterizado por su carácter híbrido entre dramaturgia y cine, con diálogos increíble y poderosos,  propios de la naturalidad hipotética del alma humana impregnados con la técnica literaria de las novelas góticas del siglo XIX; muy similar a Dracula, de Bram Stocker (1992) de Francis Ford Coppola.

El film no escatima en ningún aspecto para capitalizar la atención del espectador, demostrando efectos visuales grotescamente hermosos a la vista por su cruda brutalidad de la mano de un autor quien nunca ha temido en hacer uso del gore sin abusar de este. 

La fotografía a cargo de Dan Laustsen resulta sublime al hacer equipo constantemente con la iluminación en cada plano. Este factor no hace más que amplificarse al desarrollarse bajo el ala de escenografía precisa. A pesar de los hermosos detalles técnicos de la cinta, lo cierto es que el alma de la misma se encuentra en la potente química entre Isaac y Elordi, como Víctor Frankenstein y su creación; el segundo como el monstruo solo en apariencia y el primero como el monstruo en alma.

Jacob Elordi encarna a un monstruo sofisticado, un resultado producto de una interpretación convincente en la expresión de las emociones puras de inocencia, ira, confusión, miedo y ansiedad; quedando amplificado gracias a un equipo con un gran equipo de maquillaje. La representación del postulado de Rousseau de que el hombre es bueno por naturaleza, siendo el mundo lo que lo corrompe se vuelve la esencia del Frankenstein de Elordi, muy apegado a la visión trágica de Mary Shelly para con el personaje, pero con la presencia de la oscuridad con la que Guillermo Del Toro suele abordar los elementos sobrenaturales presentes en su filmografía.

En el caso de Oscar Isaac, tenemos  lo que podría ser la mejor adaptación fílmica de Víctor Frankenstein, con todas las características que lo vuelven un personaje de interés, pero despojado de las características melodramáticas que en lo personal, siempre me han dejado con sentimientos encontrados en sus previas encarnaciones cinematográficas. Del Toro nos presenta un Víctor Frankenstein como el que conocemos, y al mismo tiempo, como nunca hemos visto: la representación de la locura de los cuerdos, la estupidez del genio, y la falta de visión del visionario.

La cinta se perfila como un reflejo de las consecuencias de la arrogancia desmedida que solo puede ser producto de las ocurrencias de hombres jugando a ser Dios.  Siendo el punto de inicio de toda la narrativa del filme, un hombre roto con una ambición que nace de una tragedia que le impide ver más allá de las consecuencias de sus acciones hasta que ya lo han alcanzado. Guillermo del Toro entendió lo que muchos artistas han fallado en comprender al adaptar la obra de Mary Shelly, que si bien Frankenstein es una fuerza del mal, no lo es por la naturaleza macabra de su nacimiento, sino producto de las penurias sufridas y ausencias percibidas en su nueva calidad de «humano».

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